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SALAMA

Salama es de Guinea-Conakry, ella viajó hasta Marruecos en camión. Se instaló en la localidad costera de Dakhla, en el Sahara Occidental. Esta ciudad tiene uno de los puertos pesqueros más importante del país. Salama encontró trabajo en una de las múltiples fábricas de conservas de pescado que tiene la localidad. En Dakhla se producen 500.000 latas diarias de sardina y allí necesitan mucha mano de obra para limpiar, desescamar, enlatar, cocer, rellenarlas de aceite, tomate o picante.

Marruecos es uno de los primeros países exportadores de conservas y congelados de pescado. En sus fábricas trabajan de forma permanente 5000 personas y durante las temporadas de pesca de sardina, de anchoa o de caballa la plantilla se amplía hasta 20.000 trabajadoras. Para cubrir la mano de obra, las conserveras contratan mujeres migrantes en tránsito. Prácticamente la totalidad de la producción se exporta a Europa y a Estados Unidos. Grandes superficies como Eroski, Alcampo o Carrefour venden en sus lineales estas conservas y congelados que son procesados por personas como Salama.

Tras dos años trabajando, Salama pagó su pasaje en una zodiac, se sentó junto a otras mujeres y niños en el centro de la embarcación, mientras los hombres se colocaban a horcajadas en los costados, con una pierna hacia el agua y la otra en el interior de la zodiac. El peso entre los dos costados debía ser igual, de lo contrario volcarían. Uno de los migrantes tomó el timón y puso rumbo a las islas Canarias.

Salama llegó a tierra gracias a que Salvamento los atisbó cerca de Lanzarote. Allí registraron su entrada, le dieron un documento que así lo acreditaba y la condujeron a un centro de acogida. En cuanto pudo viajó a la península, tomó un autobús hasta Irun, cruzó la frontera con Francia, se instaló en Tours y pidió asilo. Ocho meses después, el Estado francés le dio la respuesta a su petición de asilo. La policía se presentó en el piso que Salama compartía con tres amigas, le pidieron que hiciera el equipaje y que los acompañara. La llevaron al aeropuerto, le pagaron un pasaje a Madrid y Salama volvió a España. Ahora, por segunda vez, está en Irun desde donde volverá a cruzar la frontera hacia Francia, el país donde quiere vivir de una forma digna.